La Niña Enferma (1896, óleo sobre tela, 121.5 x 118.5 cm)
Mística de la Playa (1892, óleo s/ tela, 100 x 140 cm) es sólo un ejemplo de sus primeros paisajes simbolistas. El sol poniente se refleja sobre el agua, evocando un efecto de persistencia retiniana o de contraluz fotográfico, como si Munch hubiese buscado representar un fenómeno físico u óptico. Al mismo tiempo, la forma del reflejo remite a un signo de exclamación, a una "i" latina o a la representación sintética de una figura humana. Estos efectos lumínicos confieren a la tela un clima irreal, de carácter místico. Este misterio se acentúa aún más con la aparición de una criatura de varios brazos, de piedras amorfas y de una silueta antropomorfa que recuerda a un troll. La metamorfosis de la naturaleza y la humanización de los elementos evocan la mística nórdica.
Durante su estadía en Berlín (1892 - 1895), Munch se consagró a los temas del dolor, el amor, el sufrimiento y la muerte. Realizó entonces sus obras más importantes cuyos temas lo acompañaron hasta el fin de su vida. Dichos temas, hasta entonces influidos por el impresionismo y el post-impresionismo francés, ceden paso a la angustia existencial del hombre civilizado, la soledad y el sufrimiento, traducidos en líneas fuertemente oblicuas y en espacios vacíos en los que las figuras aparecen solas o fundidas en una masa de seres sin rostro. A este periodo pertenecen:
La Tempestad (1893, óleo s/tela, 91.8 x 130.8 cm)
Vampiro (1893, óleo s/tela, 80.5 x 100.5cm)
Atardecer en el Paseo Karl Johann (1896/97, litografía pintada a mano, 42.5 x 60.2 cm)
Angustia (1896, litografía, 42 x 38.5 cm)
Munch realizó cuatro versiones de El Grito. La más famosa, pintada al óleo, temple y pastel sobre un cartón de 89 x 73.5 centímetros, se encuentra en la Galería Nacional de Oslo. La segunda y tercera versiones, de un formato algo más pequeño, fueron realizadas con témpera sobre cartón y pertenecen actualmente al Museo Munch de Oslo. Ambas versiones han sido objeto de un resonante robo, aunque tiempo más tarde fueron recuperadas por las autoridades noruegas. La cuarta pintura pertenece a una colección privada. En 1895 Munch realizó esta litografía para facilitar la impresión de la obra en revistas y periódicos. Todas las versiones muestran en el plano principal una figura andrógina, representativa de un hombre de la modernidad, captado en un instante que expresa toda su angustia y desesperación existencial, con la ciudad de Oslo observada desde la colina de Ekeberg, como fondo.
En Autorretrato en el Infierno (1903, óleo s/tela, 82 x 66 cm), el contraste entre la luz centelleante y la sombra sobredimensionada del fondo, como el esbozo de un corte en el cuello que separa la cabeza rojiza del cuerpo amarillento, son el símbolo del estrecho límite entre la vida y la muerte. El éxito de Munch en Alemania no fue suficiente para salvarlo de una profunda crisis que lo llevó al alcoholismo y a serios problemas psíquicos. En 1908, al instalarse en Copenhague, Munch debió ser internado de una grave depresión hasta su cura en mayo de 1909.
En Asesino en la Alameda (1919, óleo s/tela, 110 x 138 cm), la víctima yace en el camino como una sombra azul-violeta. El crimen ha sido cometido, y la cabeza apenas esbozada del asesino parece desaparecer de la imagen. Esta fugacidad puede ser interpretada como un movimiento de fuga o como el recuerdo de una acción ya ocurrida.
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