lunes, 25 de junio de 2007

Basilea

Centro mundial del arte moderno y contemporáneo




Retrospectiva de Edvard Munch en la Fondation Beyeler





La vasta retrospectiva consagrada al pintor y grabador noruego Edvard Munch (1863-1944) organizada por la Fundación Beyeler, se concentra sobre el rol del precursor y fundador del expresionismo y sobre su contribución tan única como original al arte moderno.


Están siendo expuestos, entre el 18 de marzo y el 22 de julio de 2007, 130 pinturas y 80 dibujos y grabados prestados por numerosos museos europeos y americanos, junto con otros pertenecientes a coleccionistas particulares.


Los temas recurrentes de sus obras son la soledad simbolizada generalmente en un puente donde se hallan una, dos o tres figuras aisladas del entorno; la alienación reflejada en rostros sin rasgos definidos y en cuerpos confundidos en una masa informe; y la muerte, asociada con el color rojo sangre del que se tiñe el cielo mismo. Sus figuras acompañadas de largas y siniestras sombras se disuelven sobre el fondo, casi sin volumen ni individualidad. Su paleta monocroma se ha ido oscureciendo a lo largo de los años y sus paisajes se han ido humanizando hasta alcanzar una forma de mistificación.




Bajo la influencia del grupo artístico Bohemios de Kristiania (actual Oslo), Munch se fue alejando poco a poco de la pintura de paisajes de su primer periodo para ubicar al ser humano en el centro de sus preocupaciones. En obras como La Niña Enferma, el artista toma distancia del naturalismo a partir de una aplicación novedosa de la materia pictórica, aplicando el color en forma directa y en múltiples capas, antes de raspar grandes superficies de la tela. La impresión de boceto inacabado deliberadamente buscada es reforzada por el tema de la enfermedad, que lo obsesionó a lo largo de su vida. Su madre y una de sus hermanas murieron de tuberculosis siendo él muy joven y a otra de sus hermanas le fue diagnosticada una enfermedad mental por la que fue internada en un hospicio. Su padre estaba dominado por obsesiones religiosas e inculcó a sus hijos un profundo temor hacia el infierno. Munch pasó su infancia con numerosas enfermedades y de los cinco hermanos sólo Andreas se casaría muriendo unos pocos meses después de la boda.





La Niña Enferma (1896, óleo sobre tela, 121.5 x 118.5 cm)










Munch concentra en sus ambientes la expresión del vacío, la disolución, la tristeza y lo sombrío. En El Beso (1891/92, óleo s/tela, 73 x 92 cm) , el espacio interior se transforma en espejo del alma, y la ventana, en el punto de unión entre la experiencia interior y la realidad exterior, en la frontera entre esfera pública y esfera privada. Casi sin referencia espacial, las figuras se funden en una monocromía.









Mística de la Playa (1892, óleo s/ tela, 100 x 140 cm) es sólo un ejemplo de sus primeros paisajes simbolistas. El sol poniente se refleja sobre el agua, evocando un efecto de persistencia retiniana o de contraluz fotográfico, como si Munch hubiese buscado representar un fenómeno físico u óptico. Al mismo tiempo, la forma del reflejo remite a un signo de exclamación, a una "i" latina o a la representación sintética de una figura humana. Estos efectos lumínicos confieren a la tela un clima irreal, de carácter místico. Este misterio se acentúa aún más con la aparición de una criatura de varios brazos, de piedras amorfas y de una silueta antropomorfa que recuerda a un troll. La metamorfosis de la naturaleza y la humanización de los elementos evocan la mística nórdica.





Durante su estadía en Berlín (1892 - 1895), Munch se consagró a los temas del dolor, el amor, el sufrimiento y la muerte. Realizó entonces sus obras más importantes cuyos temas lo acompañaron hasta el fin de su vida. Dichos temas, hasta entonces influidos por el impresionismo y el post-impresionismo francés, ceden paso a la angustia existencial del hombre civilizado, la soledad y el sufrimiento, traducidos en líneas fuertemente oblicuas y en espacios vacíos en los que las figuras aparecen solas o fundidas en una masa de seres sin rostro. A este periodo pertenecen:







La Tempestad (1893, óleo s/tela, 91.8 x 130.8 cm)








Vampiro (1893, óleo s/tela, 80.5 x 100.5cm)







Atardecer en el Paseo Karl Johann (1896/97, litografía pintada a mano, 42.5 x 60.2 cm)













Angustia (1896, litografía, 42 x 38.5 cm)












Munch realizó cuatro versiones de El Grito. La más famosa, pintada al óleo, temple y pastel sobre un cartón de 89 x 73.5 centímetros, se encuentra en la Galería Nacional de Oslo. La segunda y tercera versiones, de un formato algo más pequeño, fueron realizadas con témpera sobre cartón y pertenecen actualmente al Museo Munch de Oslo. Ambas versiones han sido objeto de un resonante robo, aunque tiempo más tarde fueron recuperadas por las autoridades noruegas. La cuarta pintura pertenece a una colección privada. En 1895 Munch realizó esta litografía para facilitar la impresión de la obra en revistas y periódicos. Todas las versiones muestran en el plano principal una figura andrógina, representativa de un hombre de la modernidad, captado en un instante que expresa toda su angustia y desesperación existencial, con la ciudad de Oslo observada desde la colina de Ekeberg, como fondo.






En Autorretrato en el Infierno (1903, óleo s/tela, 82 x 66 cm), el contraste entre la luz centelleante y la sombra sobredimensionada del fondo, como el esbozo de un corte en el cuello que separa la cabeza rojiza del cuerpo amarillento, son el símbolo del estrecho límite entre la vida y la muerte. El éxito de Munch en Alemania no fue suficiente para salvarlo de una profunda crisis que lo llevó al alcoholismo y a serios problemas psíquicos. En 1908, al instalarse en Copenhague, Munch debió ser internado de una grave depresión hasta su cura en mayo de 1909.



En Asesino en la Alameda (1919, óleo s/tela, 110 x 138 cm), la víctima yace en el camino como una sombra azul-violeta. El crimen ha sido cometido, y la cabeza apenas esbozada del asesino parece desaparecer de la imagen. Esta fugacidad puede ser interpretada como un movimiento de fuga o como el recuerdo de una acción ya ocurrida.

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